Heredera divorciada Novela de Juliany Linares

chapter 80



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El té.


No podía dejar de pensar en la conversación con Rachel, no sabia ni como sentirme, estaba tan sumida en mis pensamientos que no me di cuenta cuando llegamos a la casa de Alexander hasta que el auto se detuvo.


Le di un rápido vistazo a la casa que una vez fue mia, lucia igual que la ultima vez que la vi, cuando hablé con Alexis. No supe en qué momento los nervios comenzaron a burbujear en mi sistema y me pregunté una y mil veces en qué estaba pensando al decirle a Alexander que iria a su casa, ¿qué iba a hacer aqui? Perdi la cabeza en aquella visita.


¿Quieres entrar o te quedarás todo el dia en el auto? -preguntó Alexander sentado a mi lado al notar que no me habia movido ni


un poco.


Se me hacia dificil mirarlo a la cara, toda esta situación me tenia confusa y muy pensativa, sin embargo, le respondi antes de abrir la puerta del auto.


mucho.


Ya voy. baje del auto y automáticamente, tomé una bocanada de aire con la intención de aclara mis ideas, pero no sirvió de


Alexander llegó a mi lado y me invitó a seguirlo, con los nervios de punta y las manos temblorosas, segui sus pasos hacia la entrada de la casa, mientras en mi mente me cuestionaba una y otra vez por la idea de venir hasta aqui sin antes pensarlo por lo menos dos veces, ni siquiera sabía porque decidi venir a su casa, si podia ir directamente a la mansión de mi padre que estaba disponible para mi en


cualquier momento.


Agradecia que Alexander no habia hablado en todo el camino, solo para darle indicaciones al chófer y no era porque me irritaba escuchar su voz o porque seguian enfadada por haberme seguido, sino porque ahora no sabia lo que sentia dentro de mi, pues de pronto la rabia, el rencor y el odio disminuyeron drásticamente, dejando un alivio en el pecho que no sabia como describir.


La puerta de la casa se abrió incluso antes de que termináramos de llegar y el rostro sorprendido y sonriente de Anna, la empleada doméstica, apareció en mi campo de visión.


Sra. Lancaster, no lo puedo creer, ha vuelto a casa. -Anna habló sin disimular su emoción al verme y no pude evitar sentirme un


tanto inquieta por la manera en la que me llamó.


No pensé que ella siguiera trabajando en esta casa y aunque parezca dificil de creer, a ella fue a quien más eché de menos cuando


me fui.


-Hola, Anna. Solo vengo de paso y por favor, no olvides que no soy la Sra. Lancaster. Sarah está bien, no somos unas desconocidas.


-respondi con una sonrisa ligera en mi rostro y senti la mirada de Alexander puesta en mi.


-Lo siento, Sra… digo, Sarah, me da mucho gusto que esté de nuevo por aqui, me alegro de volver a verla, ha cambiado mucho, se


ve aun más guapa de lo que siempre ha sido y me he enterado que es la hija de Leonardo Doinel, quién se lo iba a imaginar…


– Anna, ¿Nos dejas pasar? -Alexander interrumpió después de un largo tiempo en el que escuchaba cada palabra de una Anna


emocionada y tuve que hacer un gran esfuerzo para no reirme de la situación. Pueden seguir charlando cuando Sarah esté más


cómoda, está cansada por el viaje.


-Si, si, disculpenme, adelante. Qué pena Sr. Lancaster. -Anna se apartó de la entrada para dejarnos entrar y le agradeci con una


sonrisa, antes de seguir a la sala de estar que seguia luciendo como la última vez. -Tome asiento, Sra. Sarah. ¿Desea algo de tomar o de


comer? Usted digame y yo le traigo enseguida. -me senté en el sofá como si fuera la primera vez que pisara este lugar y asenti con mi


cabeza a Anna.


Un té está bien, necesito relajarme. contesté cruzando mis piernas y tratando de calmar los nervios que seguían dejándome


inquieta.


Claro que si, enseguida le traigo un té. -Anna estaba a punto de irse apresurada a la cocina, cuando Alexander la detuvo.


Anna, que sean dos tazas, cada una con una cucharada del té que tomo para relajarme, nos vendría bien en este momento y pidele al chofer que traiga las maletas ordenó Alexander mientras se quitaba su chaqueta negra, luego, se sentó en el sofà individual revisando el celular en su mano.


Dos tazas, una cucharada, las maletas, lo tengo. Vuelvo enseguida, Sra. Sarah. la mujer desapareció en la cocina esta vez con éxito y me quedé sola con Alexander, ambos sumidos en un silencio que ninguno estaba dispuesto a romper,


De nuevo pensé en mi decisión apresurada de venir, cuando me senti incomoda mirando de reojo a Alexander, es que no podia evitar pensar que no hizo nada con Rachel y no solo porque en un principio se negaba a pesar de las amenazas, sino también porque no


funcionaba con otra mujer.


A pesar de la manera en la que los encontré y todo lo que pasó entre nosotros antes, durante y después de nuestro matrimonio, me hacia pensar que fui muy dura con el todo este tiempo que él ha intentado acercarse a mi para que le perdone, lo traté mal una y otra vez


y el seguia ahí sin desistir a pesar de que me dijo que merecia ser feliz con otra persona, me dejé llevar por mi rabia, por el dolor que crei


que habia superado.


He sido un tanto injusta con él.


El chofer entró a la casa con las dos maletas, dejándolas al pie de las escaleras, entonces, esfumé mis pensamientos y cai en cuenta


de algo.


Alexander, no hacia falta que trajeran mi maleta, de todos modos, iré a la mansión de mi padre después de tomar el té. -dije


rompiendo el silencio sepulcral que nos rodeaba y su mirada se apartó de la pantalla de su celular para mirarme con el ceño


fruncido.


No me parece una buena idea, esa mansión es muy grande para ti sola y es arriesgado, no sabemos si alguien se enteró que hemos


venido o que hemos visitado a Rachel, puedes quedarte aqui y mañana volveremos a Paris. Pero, es tu decisión, si quieres ir a la mansión


yo mismo te llevaré. -ahora que lo mencionaba, tenia razón, no pude venir con los escoltas que le prometi a Vincent y tampoco tenia


tiempo para contratar a un par en New York, si hubiese venido yo sola con mi perfecto camuflaje, hubiese pasado desapercibida, pero


Alexander vino sin el más minimo camuflaje y su presencia no era fácil de ignorar, lo digo porque es un empresario reconocido y una


figura pública.


Sin embargo, quedarme en esta casa no ayudaria en lo absoluto con mis nervios y mis pensamientos.


Y hablando de Vincent, no le habia avisado nada de mi, se me hizo dificil con todo lo ocurrido hoy.


Ya lo decidiré.-respondi sin estar segura en si irme o quedarme y aproveché para buscar mi celular y llamar a Vincent, pero no


respondió ninguna de mis tres llamadas.


Alexander abrió la boca para hablar, pero la cerró cuando Anna llegó hasta nosotros con una sola taza de humeante té.


Alqui tiene su té, estoy segura de que le ayudará para el cansancio, al Sr. Alexander le funciona muy bien, es muy bueno. -dijo


Anna dejando la taza de té en la mesa de centro y me miró nostálgica.


-Gracias, Anna, ¿has traido solo una taza de té?-pregunté al darme cuenta de que no le habia traido el té a Alexander y este la


miraba divertido por su despiste. Anna lo miró con los ojos bien abiertos y se tocó la cabeza con preocupación.


Sr. Alexander, disculpe lo he olvidado. La visita de Sarah me tiene tan emocionada que confundi dos tazas y una cucharada de té, con una taza y dos cucharadas de té. -respondió nerviosa y se volvió a mi completamente avergonzada con la intención de llevarse mi


té. -Disculpe, ya se lo cambio.


Tranquila, me lo tomaré asi, no pasa nada. -le dije para que la pobre se tranquilizara un poco y negó con la cabeza.


No, Sra. Sarah, dos cucharadas de té es mucho para usted, permitame se lo cambio y disculpeme.- volvi a negarme ante su


petición, no hacia falta que se tomara aquella molestia.


Asi está bien, no pasara nada, solo es un té. -tomé la taza de té entre mis manos y le di un sorbo para que juntas comprobáramos que estaba bien. Está muy bueno, gracias.


-Sarah, no es buena idea que te lo tomes, con una cucharada de té es más que suficiente, Anna te lo va a cambiar. -Alexander intervino y negué con mi cabeza antes de darle otro sorbo.


Ninguna idea te parece buena, pueden estar tranquilos, ¿qué mal me puede pasar?-Anna y Alexander se miraron con un poco de preocupación, pero no les presté atención y segui tomando del té que estaba muy bueno.


Ambos se quedaron en silencio observandome y le guiné un ojo a Anna para que no siguiera preocupandose por nada.


Prepara la habitación de huéspedes, no quiero seguir llevándole la contraria, es muy testaruda y sabes como va a terminar esto. Alexander le murmuró a Anna, pero logré escucharle y me hice la desentendida, mientras esbozaba una tonta sonrisa sobre la taza. Anna se fue enseguida mientras se disculpaba y se tomaba la cabeza con ambas manos, dejándonos solos una vez más.


Tanto drama por un simple té.


Cuando terminé mi taza de të bajo la atenta mirada de Alexander, comencé a sentir como todos mis múscuios se relajaban, sentia que estaba flotado sobre una nube, incluso había dejado a un lado todas mis preocupaciones, en este momento, parecia que no tuviera


ni el más minimo problema y solo queria bailar y reirme de todo.


Dios mio, Alexander, ¿cómo es posible que esté en la casa que una vez fue nuestra? ¿No te parece gracioso? Tú y yo sentados en este lugar tomándonos una taza de té, somos muy buenos amigos y los mejores padres, a que si. -dije con una emoción indescriptible en mi pecho y Alexander se tocó la frente mientras negaba con la cabeza. -Pero di algo, no has dicho ni una sola palabra y me exaspera. Vamos, habla.


Te llevaré a la habitación, te has relajado lo suficiente. -dijo ignorando todo lo que acaba de decirle y solté una carcajada como si


me hubiera dicho el mejor chiste del mundo.


Si, vamos a la habitación, la he echado de menos, espero que hayas cambiado la cama. -me levanté de un salto y caminë


apresurada hasta las escaleras y tomé mi maleta para subir los escalones. -¿Qué esperas? No te quedes ahi sentado.


Alexander se levantó de su asiento con su rostro preocupado y soltó un suspiro antes de llegar a mi lado.


No debiste tomar ese té.-dijo antes de comenzar a subir las escaleras detrás de mi y me giré para mirarlo con diversión.


No tengo porque obedecerte, además ha estado delicioso, debes darme el nombre porque me siento de maravilla. -confesé


eufórica y volvi a girarme para seguir subiendo las escaleras, pero me golpee con un escalón y solte la maleta para sobarme, pero en el


intento por poco termino rodando por las escaleras, de no ser porque Alexander me atrapo y sin decir nada me alzó en sus brazos y


terminó subiendo los escalones como si no pesara lo suficiente, no pude decir nada porque estaba riéndome de mi misma y de lo torpe


que fui.


Dejé de reir cuando camino en dirección contraria a la habitación principal y me removi en sus brazos para que me bajara, pero lo


único que logré fue que me tomara con más fuerza.


No, ¿qué haces? La habitación está por allá.-me quejé intentando agarrarme de las paredes y Alexander detuvo sus pasos para


mirarme, me quedé inmovil mirando sus ojos color miel que se veian más claros con los rayos de sol que entraban por las ventanas, esos


ojos podian derretir a cualquiera. Tienes unos ojos muy lindos. -dije sincera y Alexander soltó una risa silenciosa mientras desviaba la


mirada.


No respondió a mi cumplido y se devolvió por el pasillo hasta llegar a la habitación principal, yo no podia dejar de mirarlo en


silencio, hasta que me dejó de pie en el suelo de la que fue nuestra habitación.


Duerme aqui, yo estaré en la habitación de huéspedes. – dijo quitando las frazadas para que me acostara, pero en este momento


era lo último que queria hacer.


No has funcionado con Rachel. -solté de repente con una sonrisa dibujada en el rostro y Alexander dejó de hacer lo que estaba haciendo para mirarme sorprendido. ¿No es tu tipo o es que tienes problemas?-pregunté directamente y se rio antes de acercarse a mi, lo suficiente para que nuestros alientos se mezclaran, me quedé inmóvil mirando su rostro divertido y serio a la vez, de pronto senti que mis piernas comenzaron a temblar y no sabia si era por el gran efecto de relajación del famoso té que no podia estar mucho tiempo


de pie.


Las dos cosas, Rachel no me gusta y tengo un problema desde el dia que te conoci, se llama Sarah Doinel, ¿la conoces? Es una mujer hermosa, inteligente, capaz, muy atractiva en todos los aspectos, pero, sobre todo, muy orgullosa, ese mi problema porque no puedo hacer nada si no es con ella. -


Alexander habló tan cerca de mis labios y sin apartar por un segundo su mirada de la mia, aquellas palabras hicieron que el calor subiera a mis mejillas, de hecho, sentia que mi cuerpo se calentaba con su cercanía, con su aliento, su olor,


su voz, su mirada.


Mi vista se posó por escasos segundos en sus labios, esa era la cura para el calor que me recorria de pie a cabeza, no dudé ni un segundo y eliminé los centimetros que separaban sus labios de los mios, lo besé, lo besé con la pasión que habia estado dormida por años. Pasé mis brazos por su cuello y sus manos me tomaron por la cintura con fuerza, mientras correspondia al beso que, en vez de


apagar el fuego en mi interior, lo avivaba.


Alexander mordió mi labio inferior y solté un gemido sobre sus labios, con aquello, no pude resistir un segundo más y le saqué torpemente la camisa que comenzaba a estorbar entre ambos, luego, me deshice de mi chaqueta antes de que Alexander me tomara por los mustos logrando alzarme lo suficiente como para redear su cintura con mis piernas, sin separar por un segundo sus labios de los mios. Alexander pasó su lengua por mis labios, pidiendo permiso para entrar y lo dejé para que nuestras lenguas se encontraran y destaran una dulce guerra que tanto extrañaba y que daba paso una sensación de placer en todo mi cuerpo.


Cuando mi mano se pasó por su espalda, Alexander se detuvo y rompió nuestro beso que estaba en su mejo: momento, lo mirė a los


ojos con la respiración agitada y dejó un fugaz beso en mis labios antes de hablar.


– Quiero seguir, pero no estás en tus cinco sentidos, no quiero que te arrepientas. -susurró sobre mis labios y lo miré con cara de


pocos amigos por lo que me estaba haciendo. -Te quiero cuerda cuando esto pase. Te dejaré dormir.


Se levantó de la cama dejándome vacia y con el cuerpo encendido, pero no quise que se fuera, al menos no de esta manera.


Lo tomé de la mano antes de que se alejara y con la voz entrecortada y una mirada sincera, le dije.


Duerme esta noche conmigo.


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